Esta semana, precisamente el 14 de este mes se conmemora el día de la hondureñidad por lo que hoy presentamos una obra del gran artista hondureño Gabriel Zaldívar. Esta obra formó parte de su última exhibición individual “Caminantes del Mediastino” que estuvo expuesta este año en la Sala de Arte Contemporáneo de la Pinacoteca del Banco Central de Honduras; en esta muestra Zaldívar presentó una serie de obras que nos permitían recorrer los recuerdos de su bucólica infancia y su historia de vida. Para el caso de esta pieza, nos encontramos de frente con el símbolo esencial de la obra del artista: el corazón, presentado como un espacio que contiene nuestras memorias y las conexiones que nos enlazan con el entorno en el que existimos. Esto se vuelve evidente cuando reparamos en la mancha que rodea al corazón, cada vértice y ángulo que se forma va dando vida al perfil de una ciudad, en este caso a Tegucigalpa, casi como si el artista conectara su palpitar con la vida de esta ciudad que se encuentra atrapada entre el pasado y el presente. Es una obra que materializa esa idea aparentemente inalcanzable de la identidad nacional, mostrándonos que todo lo que amamos sobre Honduras siempre lo llevamos palpitando dentro, remitiéndose a la parte más esencial de nuestro cuerpo que, como un batiscafo, soporta el inclemente peso del tiempo mientras explora las posibilidades de nuestra vida.