Por Jose Solís
En más de alguna ocasión, al referirse a su investigación y creación de personaje durante la reciente gira de prensa con el motivo del estreno de “La casa Gucci”, la actriz Lady Gaga ha explicado cómo estudió gatos, panteras y otros felinos para entender la mente de Patrizia Reggiani, el personaje que interpreta.
Basta verla aparecer por primera vez en pantalla para entender a lo que se refiere.
Patrizia camina hacia la oficina que comparte con su padre, un empresario dueño de camiones, mientras los trabajadores a su alrededor le gritan piropos y cumplidos. Más que con pasos, Gaga se mueve a caderazos que seducen y al mismo tiempo la alejan defensivamente de sus admiradores. Llevando tacones de aquí al cielo, su Patrizia, entendemos, es un personaje hecho para ser inmortal, ella no toca el suelo.
La joven ve su sueño de inmortalidad realizado al casarse con Maurizio Gucci (Adam Driver) el heredero de una de las marcas de alta costura y accesorios más prestigiosos del mundo. Más de una vez en el transcurso de la cinta, Patrizia nos recuerda que ascendió del mundo terrenal de los Reggiani para convertirse en una Gucci. Cuando lo hace señalando su enorme anillo de bodas causa risa y también inspira piedad, su vida entera se convierte en ser parte de la familia Gucci.
A pesar de que la cinta del director Ridley Scott no ahonda en la psiquis de sus personajes, ni en el legado de la casa Gucci (no entendemos nunca el por qué de la importancia de la marca a menos que seamos lectores de “Vogue”), Gaga se impone cómo una fuerza dominante, que al igual que la verdadera Reggiani, que terminó contratando a sicarios para matar a su marido, se especializa en desafiar expectativas sociales y de género.