CRÓNICA FILMIN

“La crónica francesa” es una carta de amor al periodismo.

Cortesía de Searchlight Pictures

Por Jose Solís

 

Hace muchos años envié una aplicación para formar parte de una asociación de críticos de cine. En ese entonces mi portafolio más completo eran el website y blog que había comenzado a los 16 años. Esperé con ansias la respuesta de la junta que llegó eventualmente conteniendo un “no”. Pedí recibir retroalimentación para mejorar y aplicar de nuevo el año siguiente, nunca olvidaré una nota que decía “el Sr. Solís necesita un editor urgentemente”.

 

Cuanta razón tenía aquel comentario anónimo.

 

Desde que comencé a trabajar como crítico profesional, no hay nada que disfrute más que mi relación con mis editores. Un buen editor dependiendo del día cumple la función de médico, sacerdote, psicoanalista, figura paterna y consejero. El trabajo del editor no es disimilar al de un escultor, quien al ser presentado con un bloque de mármol (el borrador de un escritor en este caso) se da a la tarea de darle forma, de pulirlo con el fin de que el mundo vea su belleza.

 

El editor en jefe de “La crónica francesa”, el periódico que le da nombre a la nueva película de Wes Anderson (su primer largometraje no animado en 7 años), fallece en la primera escena. Su último deseo es que se publique una última edición de su amada publicación.

 

Interpretado por Bill Murray, el editor de nombre Arthur Howitzer Jr., continúa siendo una presencia durante todo el film, que siguiendo los deseos del personaje nos da un vistazo a los artículos contenidos en la última edición.

 

En forma de viñetas, Anderson se enfoca en las cuatro piezas principales: la primera un gag de turismo, la segunda el perfil de un misterioso artista, la tercera el romance del idealismo reflejado en una revolución, la última un ensayo sobre comida que se convierte en una historia policial.

Cortesía de Searchlight Pictures

Los que conocen el estilo de Anderson, que se ha convertido casi en un subgénero dentro del cine contemporáneo, saben que es lógico esperar una estilización extrema, encuadres simétricos y humor negro pero cálido. Lo que sorprende esta vez es la estructura de muñeca rusa de la cinta. En el pasado, Anderson ha sido un contador de historias muy tradicional, en “La crónica francesa”, las historias dentro de las historias se revelan como las capas de los capullos en primavera.

 

También sorprende la sensualidad de la cinta. Anderson se aproxima al sexo de una forma única, Buñuelesca y Cocteau-esca. En el capítulo llamado “The Concrete Masterpiece” se nos aparece una Léa Seydoux desnuda frente al artista malhumorado de Benicio del Toro. La cámara de Robert D. Yeoman (el fotógrafo de todas las cintas de Anderson) se aproxima a la actriz provocando incomodidad en el personaje y en los espectadores conscientes de la importancia del consentimiento en la sexualidad. Una vez que el personaje del Toro está frente al de Seydoux la dinámica de poder cambia cuando ella le da una bofetada y lo aleja. Descubrimos que esta musa es quien tiene el verdadero poder en la historia, la razón es absolutamente deliciosa.

 

En “Revisions to a Manifesto”, Timothée Chalamet hace de Zeffirelli (Anderson no oculta sus referencias al cine que ama) el romántico líder de una revolución de jugadores de ajedrez que se convierte en el ícono de un movimiento que recuerda a las revoluciones estudiantiles de los sesenta. Frances McDormand es la periodista de “La crónica francesa” cubriendo la historia y tratando de mantener integridad periodística mientras tiene un romance con el joven. La siempre estoíca McDormand ve al personaje de Chalamet no con ojos de lujuria, sino con una sed por obtener un poco de su juventud. Es una extraña combinación de pasión y nostalgia.

Cortesía de Searchlight Pictures

De vez en cuando Anderson nos saca de las crónicas para llevarnos al día a día del periódico, donde el editor sigue con vida (Murray es brillante en sus reacciones) y su staff mueve cielo y tierra por complacerlo.

 

La cinta está inspirada tanto en la estructura y el estilo de lectura de The New Yorker, la afamada revista que casi exige ser devorada de principio a fin. El amor de Anderson por la revista me hizo pensar en un pequeño Wes imaginando los lugares y personajes de los que leía. “La crónica francesa” es lo más cercano que tendremos a esas imágenes soñadas.

 

Es refrescante y conmovedor ver como un director de cine muestra amor y respeto por el periodismo, especialmente ese periodismo que nos transporta a lugares que solo imaginamos. Ninguna película me ha hecho añorar viajar tanto como esta, ninguna película reciente ha capturado el proceso de escritura y de darle forma a mi trabajo tanto como esta.

 

Amé en particular la viñeta titulada “The Private Dining Room of the Police Commissioner” en la que un Jeffrey Wright majestuoso hace un homenaje al escritor y pensador James Baldwin. Las escenas entre Wright y Murray son espectáculos en miniatura, una hermosa muestra del afecto que consigue un buen editor con sus escritores. Yo rara vez vuelvo a leer mi trabajo, muchas veces lo olvido incluso, pero lo que siempre recuerdo es el proceso que viví con mis editores mientras trabajaba. Que Anderson me hiciera pensar en eso me hizo sonreir y por eso le agradezco mucho.

*Las opiniones y contenidos aquí emitidos corresponden al crítico José Solís y no reflejan la postura, misión y visión del Museo para la Identidad Nacional.

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