CRÓNICA FILMIN

Los actores que jugaron con la muerte

“Macario”, (1960). Director Roberto Gavaldón. Clasa Films Mundiales

Por Jose Solís.

 

El cine, por su naturaleza, es un medio de fantasmas. Lo que vemos reflejado en la gran pantalla se trata siempre de una captura del pasado, un intento de preservar, congelar casi, el tiempo. El Orson Welles de “Ciudadano Kane” será siempre el picaresco veinteañero que sabía más que cualquier otro cineasta de la época, la Bette Davis de “Eva al desnudo,” será siempre la sabia dama que controlaba mejor sus impulsos que la irreverente protagonista de “Jezebel”.

 

Aún después de muertos, los personajes interpretados por legendarios actores, conservan su belleza, su juventud. El director Robert Altman lo resumió mejor que nadie, “hacer cine es una forma de vivir muchas vidas”, dijo. Pero Altman no se refería solamente a la posibilidad de crear mundos fantásticos y contar historias fuera de nuestra experiencia, sino también a esa tangible intangibilidad del cine, donde lo que vemos es tanto el pasado como el presente.

 

Esto ha hecho del cine el medio preferido por muchos para explorar la muerte. Desde alegorías Fellini-escas, hasta el surrealismo de Buñuel, desde sus comienzos, en el cine se ha imaginado lo que nos pasa después de la muerte y no solo eso, también es el medio en donde después de la pintura mejor se ha representado la forma que toma la muerte.

 

Con la llegada de la peste bubónica en el medievo, los artistas comenzaron a representar la homogeneidad del ser humano mediante la “danse macabre”. Literalmente una danza con la muerte, la figura que no discriminaba a nadie basado en su clase, sexo, o edad. En pinturas del siglo XV aparecen regocijantes esqueletos que llevan de la mano a sacerdotes, obreros y nobles hacia su destino final.

“El Séptimo Sello” cortesía de The Criterion Collection.

En 1957, el director sueco Ingmar Bergman llevó la “danse macabre” a la pantalla en su drama “El séptimo sello” en el cual Max von Sydow interpreta a Antonius Block, un caballero que regresa de las cruzadas para encontrar un país destruído por la peste. Desilusionado y buscando sentido a la vida, Block se encuentra de repente frente a la Muerte (Bengt Ekerot) quien le propone poner fin a su sufrimiento.

 

La necesidad de supervivencia le pueden más a la desesperanza de Block quien le propone un trato a la Muerte: jugar un juego de ajedrez, si Block gana la muerte le prolonga la vida, si la Muerte gana, Block la acompaña.

 

Lo fascinante de la película de Bergman es que el destino entero de Block está contenido desde la primera escena. Con cada pausa entre movimiento y movimiento dentro del tablero de ajedrez, el caballero ve extendida su vida.

 

Llama mucho la atención la interpretación de Ekerot, quien maquillado en un blanco espectral, cobijado de una capa y capucha negra juega con esa idea de la Muerte que reconocemos en los juegos de lotería y el culto a la Santa Muerte. El giro está en que Ekerot es claramente humano, no un esqueleto, ni un fantasma, sino una figura tan real como Block. La actuación levemente cómica de Ekerot juega con la idea que la vida puede bien tratarse de un chiste cósmico. Venimos a la tierra a esperar qué?

 

La fotografía en claroscuro de Gunnar Fischer aumenta la sensación de inescapabilidad que sienten los personajes de Bergman. La muerte se materializa en dónde sea que se encuentren, tanto de entre las sombras, como desde los parajes más iluminados.

“Macario” cortesía de Clasa Films Mundiales.

La Muerte le aparece también en pleno día al Macario de Ignacio López Tarso en la película epónima del director Roberto Gavaldón. Cómo la Muerte de Ekerot, el actor Enrique Lucero se presenta casi como si se le estuviese esperando, de la nada, en medio de la nada, pero cómodo, en control total de lo que le rodea.

 

Cuando la Muerte le aparece a Macario llega con una humilde petición, que le convide un pedazo del guajolote que está a punto de comerse. La Muerte sabe muy bien lo que el ave representa para el humilde campesino, se trata de un acto de completo abandono al hedonismo. Macario literalmente ha dicho que o se come un pavo el solito, o deja de alimentarse. Su esposa conmovida y preocupada le prepara un pavo y le aconseja que se esconda para devorarlo. Si sus hijos lo ven, se lo van a pedir.

 

La Muerte de Lucero va directo al grano, no trata de seducir a Macario con juegos ni trucos. Le presenta opciones claras y permite que el hombre sea quien tome las decisiones. Igual que en “El séptimo sello”, la fotografía en blanco y negro de “Macario” crean un espacio fuera del tiempo que conocemos. En la película mexicana, el fotógrafo Gabriel Figueroa es quien se encarga de representar esos espacios entre el aquí y el más allá, que ningún efecto generado por computadora ha logrado igualar.

 

Tanto Lucero como Ekerot continuaron trabajando en cine después de interpretar a la Muerte, sin embargo, son estas actuaciones las que les aseguraron un lugar permanente en, irónicamente, el panteón de los grandes del cine. Ekerot, falleció de cáncer pulmonar en 1971, la muerte les llegó apenas a sus 51 años de edad, Lucero vivió hasta sus 69 primaveras. Es imposible cuando se acerca el Día de los Muertos no ver sus rostros en las sombras que nos acechan en la oscuridad, cuando nosotros también contemplamos lo que nos espera después de cerrar los ojos por última vez.

 

*Las opiniones y contenidos aquí emitidos corresponden al crítico José Solís y no reflejan la postura, misión y visión del Museo para la Identidad Nacional.

Logo blanco y amarillo

DonaMIN

L
× ¿Como puedo ayudarte?
X