En El Picacho

Tenía como 10 años cuando le rogué días y días a mi mamá que me llevara a hacer un picnic, yo tenía esta alta expectativa de película, romantizando esta idea de que algún día el amor de mi vida me llevaría de día de campo y yo estaría lista para este entonces.
Mi mamá, una señora con 8 hijos, madre soltera y muy trabajadora, siempre me decía que no, que siempre estaba ocupada y que tenía que trabajar, yo me enojaba mucho, claro, era una niña que no entendía todo el esfuerzo que hacía por nosotros, pero en ese entonces estaba cada vez mas encaprichada con la idea de que nunca me llevaban al día de campo.
Pasaron un par de años, yo cumplí 15 y saliendo del colegio, iba caminando cerca de barrio abajo con el que era mi novio de secundaria. Escuché que un bus anunciaba que iba para el Picacho, y recordé la loca idea de mi romántico día de campo, empecé a convencer a mi novio de ir y le rogué y rogué hasta que insistió, no se miraba nada convencido de hecho, pero yo estaba por tener esta cita hermosa de película.
Llegamos al Picacho y tomados de la mano aquello para mí era toda una obra de teatro donde yo era la protagonista enamorada con el hombre más bello del mundo, y empezamos a juguetear, darnos besitos y disfrutar, más en eso, el tiempo corría y la noche llegaba.
El empezó a decirme que nos fuéramos para no meternos en problemas con mi mama, pero yo de pícara, comencé a seducirlo para que nos quedáramos, sin importarme ni el peligro ni la noche.
Encontramos una casa cerca del Cristo y le dije que entráramos con todo mi tono de picardía, y el ni corto ni perezoso iba detrás de mí, la emoción era fuerte, me latía el corazón tan rápido y estaba tan nerviosa de estar a solas con él en aquella casa.
Empezamos a besarnos en la oscuridad del antiguo mobiliario abandonado, cuando sus manos recorrían mi cuerpo y yo no sabía qué hacer, dejándome llevar por el momento, alguien comenzó a bajar las gradas, nos asustamos mucho, creímos que era un dueño o algo así, y silenciosamente caminábamos a la salida entre risas y susurros cuando la puerta casi que fue aventada por el viento quedándonos encerrados. En las gradas comenzaron a sonar más rápidos los pasos y sin poder ver nada esos pasos corrían hacia nosotros, mi corazón latía enorme y abrazaba a mi novio casi que llorando del miedo y cuando forcejeábamos la puerta para salir, sentí un golpe quedando desmayada.
Me desperté en mi casa, abriendo los ojos no sabía nada de lo que había pasado, me dolía mucho la cabeza y fui donde mi mamá quien me recibió con la regañada y macaneada de mi vida. Me súper insultó por irme con mi novio tarde y solos al Picacho y más entrar a una propiedad. Mis hermanos me contaron que un guardia del parque me llevó a mi casa y que le puso queja a mi mamá. Cuando hablé con mi novio al día siguiente, terminó conmigo diciendo que por mi culpa nos metimos en problemas y que al desmayarme yo, el solo recuerda que una imagen vestida de blanco me golpeó la cabeza y el llorando me abrazo y seguido me cargo y trato de sacarme del lugar hasta llegar con el guardia que lo apoyó, quien le aconsejo nunca más volver a entrar sin permiso en la casa de un alma en pena.
Esta historia nos la compartió la señora Katia Landaverde, hija de la protagonista de esta historia.
¿Conoces esta casa?
Si tienes y quieres compartir tu relato, no olvides enviarlos a @mjmartinez@min.hn y podremos disfrutar todos de lo que “Cuentan por ahí”


