Artista del Medio

Rosa Bonheur

Marie-Rosalie Bonheur fue una artista francesa, fundamentalmente pintora que se especializó en la representación de animales y también escultora, de estilo realista. Fue ampliamente considerada una de las artistas mujeres más famosas del siglo XIX. En 1828 se mudó a París con su familia, donde su padre fundó una escuela femenina de dibujo.​ Comenzó a ir al Louvre para copiar al óleo los animales de artistas como Nicholas Poussin, Rubens o Theodore Gericault.

Visitó los mataderos para estudiar las disecciones y hacer bocetos a lápiz de la anatomía de los animales. También asistió como oyente a clases universitarias de anatomía y osteología veterinaria.​ En ese periodo conoció a los zoólogos y naturalistas Etienne Geoffroy Saint-Hilaire e Isidore Geoffroy Saint-Hilaire.

En 1857 obtuvo de la policía la autorización para aparecer en público vestida con pantalones para no ser molestada mientras trabajaba ya que frecuentaba las ferias de ganado donde tomaba apuntes del natural.

Bonheur era abiertamente lesbiana.​ Vivió dos relaciones amorosas, una con Nathalie Micas, a la que conoció en 1837 (Bonheur tenía 14 años y Micas 12), y que se convirtió en pintora, como ella, y de la que no se separó hasta su muerte, en el año 1889; y otra, después de la muerte de Nathalie Micas, con la estadounidense Anna Elizabeth Klumpke, también pintora, con la que vivió diez años, hasta su muerte y que fue su heredera universal.

NACE Y MUERE

Burdeos, 16 de marzo de 1822

Thomery, 25 de mayo de 1899

TRABAJA Y VIVE

París, Francia

New York, Estados Unidos

MEDIO ARTISTICO

Dibujo, pintura y escultura

TEMAS

Animalística

La obra de esta brillante artista está marcada por su completa adoración por los animales, a los que dedicó no solo su trabajo creativo sino también su vida. Dentro de las muchas especies que ella retrató en sus lienzos, los leones resultan los más constantes. De las muchas obras que les dedicó “El Cid” es probablemente la más representativa.

En ella nos enfrenta al rostro elegante y feroz de un león, sus ojos fijos en un punto más allá del espectador; el retrato del animal captura perfectamente los valores humanos que en él se depositan: orgullo, fuerza, grandeza, todo capturado en una paleta de colores brillantes que resaltan además la belleza innegable del proclamado rey de los animales. Esta obra además también posee un carácter de espejo, como invitándonos a ponernos en la piel del león y buscar esas conexiones que nos unen como humanos al resto de las especies con las que convivimos en el planeta.

Es además una imagen que podemos conectar con la manera en la que vivió su vida: sin esconderse, sin miedo y con fiereza; sin dejar que nadie le redujera o le restara valor a su vida, a su trabajo y a su amor.

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