Cuentan por ahí en la Logia Masónica

La escuela Centro América, se encontraba en Barrio Abajo, donde figura este hermoso mobiliario.
La gran Logia, era imponente y discreta, muchos de nosotros jugábamos a sus alrededores en horas del recreo y ella estaba situada ahí en medio sin mostrar vida alguna.
Mil leyendas e hipótesis invadían este lugar, pero no pasaba mas allá de una historia contada y contada.
Yo era nuevo en la escuela, cursaba el tercer grado cuando ingrese a la Centro América, no tuve problemas para hacer amigos y no tardo nada en llegarme los chismes de lo que ocurría en este lugar.
Nos encontrábamos en la parte de atrás de la escuela con mis amigos donde había una entrada a la logia en mal estado, esta con una puerta muy vieja y una entrada totalmente abandonada. Les dije a mis amigos que entráramos y me comenzaron a hacer miedo de lo que me iba a salir. Yo realmente valiente les dije que eran puras pajas y que se dejaran de miedos (por no decir la palabra que realmente usé).
Los reté y cuando estábamos por ingresar, una de las profesoras nos llamó la atención, impidiendo que hiciéramos la expedición. El regaño y castigo que nos dieron, fue muy fuerte por solo tener la idea de ingresar, y fue ahí, cuando mi curiosidad se despertó con mucha intensidad.
Un 10 de septiembre, como en cada escuela, estábamos celebrando el día del niño. Vestimos ropa de color en lugar de aquel desteñido pantalón azul y cubayera mas amarilla que blanca. Era un día de juegos y comida gratis, así que lo estaba disfrutando al 100.
Dieron las 12 del medio día y en ese lapso de tiempo la escuela iba quedando poco a poco vacía cuando los compañeros comenzaban a irse.
Justo iba caminando a la salida cuando por primera vez, la puerta principal de la Logia, estaba abierta, me dieron nervios y le dije a dos amigos que entráramos, aquellos todos asustados y yo incentivando la picardía. Vigiando, entramos muy rápido, el impacto de la belleza interna era enorme, no podía creer la elegancia de aquel lugar.
Caminamos despacio y silenciosos cuando escuchamos un piano, eso nos impresiono porque nunca se miraba entrar o salir a alguien y queríamos saber quien o quienes vivían ahí.
Nos topamos con unas hermosas escaleras dirigidas a una planta superior y otro extremo a una planta subterránea. El sonido del piano venia de abajo, así que tomamos esa vía.
Tenia el corazón a mil por hora pero ahí estábamos de chismosos, cuando por fin llegamos abajo. Mire el hermoso piano de cola que figuraba en medio del salón, aquello parecía de cuentos, me acerque para tocarlo y al tocar una de sus teclas, dirigí la mirada a la entrada donde estaban mis amigos y ahí me congelé.
Arrinconados en una pared, estaba una fila de ataúdes, sentí el pavor tan grande que salí corriendo en dirección de mis amigos para que nos fuéramos de ahí y en eso, ¡BOOM! sonó de golpe la puerta, salimos hechos una llamarada de tusa casi que llorando de desesperación pero gracias a Dios, la puerta seguía abierta, cuando corríamos para salir, gritaron ¡Ey! y yo sentí eterno estar afuera.
A la salida, nos estaban esperando la directora y mi maestra, nos tuvieron incados con un pupitre en la cabeza, pero en ese momento me sentía muy feliz de que nadie me atrapo ahí dentro aunque nadie creyera lo que vimos.
La Logia y toda su historia de Masones, definitivamente, siempre será un misterio.
Nunca vi entrar o salir a una persona de ese lugar, pero siempre una campana desde la parte superior repicaba y el piano sonaba en melodía cada tarde.
Que misterio sin resolver…
Historia compartida por José Antonio Vargas, protagonista de la historia.


